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  • COVID-19: ¿Se han recuperado las dunas de Maspalomas durante el confinamiento?

    Vista de una duna de la Reserva Natural Especial de Las Dunas de Maspalomas. Pedro./Flickr, CC BY-ND

    Durante el periodo de confinamiento impuesto para hacer frente a la pandemia de COVID-19, han sido numerosas las noticias publicadas en medios de comunicación de todo el mundo sobre la recuperación que ha experimentado la naturaleza al disminuir la presión humana.

    Una de las noticias que mayor presencia ha tenido en medios nacionales e internacionales ha sido el caso de las dunas de Maspalomas. Diferentes medios de comunicación han asegurado que habían recuperado el estado que presentaban hace 50 años, antes del desarrollo turístico en el sur de Gran Canaria.

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    Rizaduras sobre las dunas de Maspalomas.
    José Luis Navarro Pérez, Author provided

    El peligro de la desinformación

    Estos artículos periodísticos, fundamentados en la belleza de imágenes tomadas durante el confinamiento, no aportaban datos científicos que permitieran contrastar la veracidad de la información.

    Las noticias han podido transmitir a la sociedad el confuso y peligroso mensaje de que unos pocos meses de cese del turismo son suficientes para recuperar las dunas o que los impactos antrópicos a los que están expuestas desde hace décadas no suponen un riesgo para su supervivencia.

    Pero ¿realmente se han recuperado las dunas de Maspalomas tras el confinamiento? Para responder a esta pregunta es necesario entender su evolución ambiental en los últimos 50 años, así como valorar su grado de recuperación durante este período.

    Problemática ambiental de las dunas

    Los estudios científicos realizados sobre las dunas de Maspalomas han permitido detectar cambios ambientales significativos asociados al desarrollo y uso turístico.

    Para identificar y comprender los principales cambios ambientales ocurridos en las dunas de Maspalomas vamos a analizar dos imágenes aéreas (ortofotos). En ellas buscaremos las cinco diferencias más evidentes entre el estado de las dunas en los años 60 del pasado siglo, antes del desarrollo turístico del sur de Gran Canaria, y la actualidad.

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    Las cinco diferencias. Cambios ambientales en las dunas de Maspalomas.

    La construcción de urbanizaciones e infraestructuras turísticas. La urbanización Playa del Inglés, el centro comercial Anexo II y el campo de golf de Maspalomas fueron construidos parcialmente sobre el sistema de dunas original. Esto supuso la destrucción de 114,5 hectáreas (el 24,1 %) de la superficie que ocupaba en los años 60.

    Incremento de la cobertura vegetal en el interior del campo de dunas. La urbanización turística Playa del Inglés alteró la dinámica del viento y el transporte de arena a nivel local hacia el interior del sistema. Esto redujo la superficie ocupada por dunas móviles (-47,8 %) e incrementó la ocupada por dunas estabilizadas (+305,8 %).

    Retroceso de más de 70 m en la línea de costa de la playa de Maspalomas. Ha supuesto la pérdida de 7,7 hectáreas de superficie de playa y dunas.

    Incremento de las superficies de deflación. Las áreas de color oscuro que se observan en las imágenes delatan la existencia de procesos erosivos. Esto se debe a que sale al mar más arena de la que entra en el sistema. Entre los años 1961 y 2003, estas áreas de erosión duplicaron su extensión (218,8 %).

    Reducción de las poblaciones de balancón (Traganum moquinii). Entre 1961 y 2003 las poblaciones de esta planta disminuyeron más de la mitad (56,2 %) en la playa del Inglés. Han desaparecido completamente de los alrededores de la playa de Maspalomas.

    El balancón es una pieza clave en la dinámica del sistema, al generar las primeras dunas vegetadas (dunas embrionarias y duna costera). Estas dunas vegetadas controlan el transporte de las arenas hacia el interior del sistema, dando lugar al paisaje de dunas móviles característico de Maspalomas. También suponen una barrera natural ante los temporales marinos. Protegen al resto del sistema y proporcionan sedimentos que favorecen la recuperación de las playas cuando son erosionadas por el mar.

    ¿Se han recuperado las dunas de Maspalomas?

    La afirmación de que las dunas de Maspalomas se han recuperado de los impactos ocasionados en las últimas cinco décadas y vuelven a mostrar su paisaje original debe fundamentarse en datos científicos que corroboren este hecho.

    Podemos buscar evidencias comparando los cambios ambientales indicados anteriormente y lo que sabemos a día de hoy:

    El sistema de dunas no ha recuperado la superficie que tenía en los años 60 del pasado siglo. Esto es totalmente imposible porque está completamente rodeado de infraestructuras, equipamientos y edificaciones.

    La superficie ocupada por las dunas móviles no ha vuelto a ser la misma que la existente antes del desarrollo turístico.

    La línea de costa en la playa de Maspalomas no ha recuperado la posición que presentaba en el año 1961.

    Las superficies de deflación siguen mostrando una extensión muy significativa. En todo caso, esta es superior a la que tenía antes del desarrollo turístico. En el marco del proyecto Masdunas, llevado a cabo por el Cabildo de Gran Canaria, se han inyectado al sistema 60 000 m³ de arena. Buena parte de este volumen se habría perdido irremediablemente en el mar si no hubiera sido extraído. Esta arena, previsiblemente, ayudará a reducir las superficies de deflación.

    Actualmente el número de balancones es muy inferior al de 1961. En las repoblaciones realizadas en el marco del proyecto Masdunas se han plantado al menos 522 ejemplares de esta especie –384 para el reforzamiento de sus poblaciones y 138 para la generación de nuevas dunas–, pero aún es pronto para saber qué porcentaje ha sobrevivido.

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    Huellas de actividad humana en Maspalomas.
    Carolina Peña Alonso, Author provided

    La responsabilidad social, parte de la solución

    Los cambios experimentados por las dunas de Maspalomas durante el confinamiento son fundamentalmente estéticos. Se ha destacado especialmente la formación y persistencia de rizaduras sobre las dunas ante la ausencia de visitantes.

    Las rizaduras son formas del relieve efímeras generadas por el viento cuando moviliza la arena. En condiciones de uso turístico, son pisoteadas por la gran afluencia de personas que acuden a Maspalomas.

    La conservación de estas pequeñas ondulaciones durante el confinamiento evidencia el excesivo e incontrolado tránsito de visitantes. Estos deambulan por todo el sistema fuera de los senderos permitidos como consecuencia de la ausencia de vigilancia y la falta de civismo.

    Más vigilancia e información a los visitantes

    La amplia repercusión mediática de las noticias mencionadas demuestra el interés de la sociedad por recuperar este entorno único. Pero para reducir el impacto de los usuarios e intentar frenar el progresivo deterioro de las dunas de Maspalomas se debe cumplir lo establecido por el Plan Director de la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas.

    Es necesario realizar un control del tránsito de personas mediante una adecuada labor de vigilancia constante y programas de información y educación ambiental para los visitantes de este espacio natural protegido.

    La ausencia de turistas durante el confinamiento ha puesto el foco sobre la recuperación estética de las dunas de Maspalomas. Sin embargo, revertir el progresivo deterioro que se ha producido en las últimas décadas solo será posible mediante la supresión o minimización de los impactos ambientales asociados al uso turístico.

    Estamos ante una oportunidad única para huir de la gestión basada en voluntades políticas y dar el paso hacia una gestión efectiva acorde con la relevancia ambiental y socioeconómica de este espacio. Para conseguirlo, es fundamental que se aúne la investigación científica, la gestión activa, el cumplimiento de la normativa y la participación de los agentes sociales y económicos.

    The Conversation

    Antonio Ignacio Hernández Cordero ha recibido fondos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria para realizar su tesis doctoral e investigación postdoctoral y del Plan Estatal de I+D+i.

    Abel San Romualdo Collado recibe fondos del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, con la cofinanciación del FSE.

    Carolina Peña recibe fondos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

    Leví García Romero recibe fondos de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información (ACIISI-Gobierno de Canarias).

    Luis F. Hernández Calvento ha recibido fondos del Plan Estatal de I+D+i.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Antonio Ignacio Hernández Cordero, Profesor Ayudante Doctor. Departamento de Geografía, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

  • Visita al recinto portuario de Manzanillo, Colima

    Visita al recinto portuario de Manzanillo, Colima. Viernes 17 de julio 2020 | Presidente AMLO

    Durante nuestra visita a Colima, Colima visitamos el histórico recinto portuario de Manzanillo y el más importante de la República gracias a su comercio con Asia.

    Anunciamos que la Semar será la responsable de garantizar la seguridad en litorales, aduanas marítimas y puertos en el país para que Manzanillo siga siendo próspero en lo comercial, seguro, sin violencia ni corrupción.

    Debido al incremento en el intercambio comercial, también se registra un alza en el tráfico de drogas y mercancías ilegales, razón por la que ha incrementado la violencia en Colima.

    En 2019, el puerto de Manzanillo recaudó más de 106 mil millones de pesos y generó un movimiento arriba de los 3 millones 69 mil contenedores.

    Más información: https://bit.ly/2Wsqpug

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  • 148 Aniversario Luctuoso de Benito Juárez García

    148 Aniversario Luctuoso de Benito Juárez García. Sábado 18 de julio 2020 | Presidente AMLO

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  • Conferencia de prensa matutina, desde Manzanillo, Colima. Viernes 17 de julio 2020. Presidente AMLO

    Conferencia de prensa en vivo, desde Manzanillo, Colima. Viernes 17 de julio 2020 | Presidente AMLO

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  • COVID-19: ¿cómo de eficaz debe ser la vacuna para frenar la pandemia?

    Gopixa vía Getty Images

    Estados Unidos ha depositado sus esperanzas en el hallazgo de una vacuna contra la COVID-19, pero ¿una vacuna por sí sola sería suficiente para frenar la pandemia y permitir que la vida volviera a la normalidad?

    La respuesta depende de lo buena que acabe siendo dicha vacuna.

    En un artículo publicado el 15 de julio en la revista American Journal of Preventive Medicine, mis colegas y yo utilizamos una simulación por ordenador basada en el conjunto de los habitantes de Estados Unidos para comprobar hasta qué punto tendría que ser efectiva una vacuna, y a cuántas personas habría que vacunar, para acabar con la pandemia.

    Descubrimos que la eficacia de la vacuna del coronavirus tendría que ser superior al 70 %, e incluso llegar al 80 %, para que los estadounidenses pudieran dejar atrás de forma segura las actuales medidas de distanciamiento social. En comparación, la vacuna del sarampión posee una eficacia de entre el 95 % y el 98 %. La de la gripe, de entre el 20 % y el 60 %.

    Esto no quiere decir que una vacuna que ofrezca menos protección no sea útil, sino que ciertas medidas de distanciamiento social seguirán siendo necesarias.

    ¿Qué es la “eficacia” de una vacuna?

    Algunos líderes políticos han afirmado que los países volverán pronto a la normalidad, sobre todo si se dispone de una vacuna a finales de año o a comienzos de 2021. Aunque es cierto que en la actualidad ya hay algunas vacunas en fase de ensayos preliminares, estos plazos resultan muy optimistas.

    Sin embargo, es importante recordar que una vacuna es como muchos otros productos: lo importante no es solo poder tenerlos, sino también hasta qué punto son eficaces. Pongamos como ejemplo la ropa. Si vas a una cena formal, la ropa interior cubre tu cuerpo solo parcialmente, mucho menos de lo que requeriría la situación… Pero eso no quiere decir que no sirva para nada.

    Del mismo modo, las diferentes vacunas podrían ofrecer diferentes niveles de protección. Los científicos se refieren a esto o bien como la eficacia o bien como la efectividad de una vacuna.

    Si a 100 personas que no han sido infectadas les suministramos una vacuna cuya eficacia es del 80 %, eso quiere decir que, de media, 80 de ellos no se contagiarán.

    La diferencia entre eficacia y efectividad es que la primera hace referencia a cuando la vacuna se aplica en condiciones bien controladas, como un ensayo clínico, mientras que la segunda se utiliza cuando se suministra en condiciones reales.

    Lo normal es que la efectividad de una vacuna sea menor que su eficacia.

    Las simulaciones muestran qué podría ocurrir

    En la medida en que las vacunas para el coronavirus aún están en desarrollo, en este momento tenemos que fijar nuestros objetivos en términos de eficacia y saber manejar las expectativas. La única forma de hacer ambas cosas de manera ética es a través de las simulaciones por ordenador.

    Para este estudio, nuestro equipo del proyecto PHICOR de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, en colaboración con científicos de la Escuela Nacional de Medicina Tropical de la Escuela de Medicina de Baylor (ambas en EE. UU., ha desarrollado un modelo de simulación informático que reproduce las interacciones sociales del conjunto de habitantes de Estados Unidos.

    Gracias a este modelo fuimos capaces de simular diversos niveles de contagio entre esta población virtual y también de proyectar cómo sería su expansión en varios escenarios pandémicos. En cada uno de ellos se calculaban las posibilidades de que una persona infectada acabara necesitando hospitalización, requiriera un respirador o muriera. Todo en función de la gravedad de sus patologías, al igual que ocurre en el mundo real.

    Los experimentos que se valen de este modelo pueden proyectar los efectos de las diferentes vacunas. Y también lo que podría ocurrir si durante la duración de la pandemia solo una fracción de la población la recibiera.

    Los resultados muestran hasta qué punto las vacunas con diferentes niveles de eficacia tendrían incidencia sobre la pandemia. Además, dichas conclusiones también podrían usarse para calcular el impacto de la vacuna en aspectos como el número de personas que se infectarían y los costes y resultados de las políticas sanitarias. En este caso, damos por sentado que solo sería necesaria una vacuna.

    ¿Qué hará falta para frenar la pandemia?

    En condiciones normales, tanto en situación de epidemia como de pandemia, y cuanta más gente se expone al virus, el número de nuevos infectados diarios se incrementa de forma estable hasta que alcanza un pico y empieza a descender. Pero, por supuesto, el tiempo que se pueda dilatar este proceso depende de cómo vayan evolucionando tanto el propio virus como las formas de combatirlo.

    Para parar la pandemia es necesario que el número de nuevos infectados descienda a cero (o al menos a un número muy bajo) lo antes posible.

    Si la pandemia del COVID-19 estuviera empezando y el porcentaje de población infectada fuera cercano al 0 %, las simulaciones demuestran que la eficacia de la vacuna debería ser de al menos el 60 % para detener al coronavirus, y toda la población debería estar vacunada.

    Este escenario probablemente no sea posible dado que, en primer lugar, existe un porcentaje de personas que no podrían ser vacunadas por edad o por problemas de salud. Y en segundo lugar, muchas personas se negarían a que se les administrase la vacuna.

    Si solo se vacunara al 75 % de la población, la eficacia de la vacuna tendría que rondar el 70 %. Y si solo se suministrara la vacuna al 60 %, el umbral de eficacia tendría que ser aún mayor, de en torno al 80 %. La clave está en asegurarse de que se frena la cadena de contagio del virus.

    Estas cifras parten de la premisa de que cada persona infectada contagia a una media de 2,5 personas más. Así, si el virus se volviera más contagioso, la vacuna tendría que ser a su vez más eficiente.

    Ahora bien, cuanto más dure la pandemia menos margen habrá para reducir su incidencia con respecto a su nivel máximo. Es como cuando subes a una montaña, que ya partes de una determinada altura. Además, es más difícil acabar con una pandemia cuando existe un número creciente de personas que pueden contagiar.

    Así, cuando en torno al 5 % de la población ya está infectada del virus, lo mejor que se puede llegar a hacer es reducir la incidencia del virus en torno a un 85 % con respecto a su nivel pico. La diferencia entre un 0 % y un 5 % de infectados implica millones de contagios. Hasta este momento hay constancia de que en torno al 1 % de la población de Estados Unidos está infectada, aunque hay fuentes gubernamentales que creen que el porcentaje real es mucho más alto.

    El porcentaje de gente que se vacune será clave

    Con todo lo anterior en mente, una vacuna con una eficacia tan baja como el 60 % podría servir para frenar la pandemia y permitir que la sociedad volviera a la normalidad. Sin embargo, para que esto fuera así la mayoría de la población mundial, si no toda, tendría que estar vacunada.

    Esto parece poco probable si tenemos en cuenta que las encuestas que indican que solo tres cuartas partes de los estadounidenses afirman que aceptarían recibir una vacuna contra el coronavirus en caso de que les aseguraran que esta fuera segura.

    Con menos personas protegidas, la vacuna tendría que tener una eficacia de al menos el 80 % para poder parar la pandemia por sí sola, es decir, eliminando por completo las medidas de distanciamiento social. Este dato podría servir como referencia para fijar un objetivo de cara al desarrollo de las distintas vacunas contra el coronavirus.

    De nuevo, esto no quiere decir que una vacuna con una eficacia más baja debiera considerarse inútil. Solo significaría que las medidas de distanciamiento social y la obligación de llevar mascarilla continuarían hasta que la pandemia fuera remitiendo de forma natural o hasta que apareciera una vacuna lo suficientemente buena.

    The Conversation

    Bruce Y. Lee recibe fondos de la City University of New York’s (CUNY) Graduate School of Public Health and Health Policy, los National Institutes of General Medical Sciences (NIGMS), la Agency for Healthcare Research and Quality (AHRQ), la U.S. Agency for International Development (USAID), y el Eunice Kennedy Shriver National Institute of Child Health and Human Development

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Bruce Y. Lee, Professor of Health Policy and Management, City University of New York

  • Los antivacunas ponen en peligro la solución de la pandemia de COVID-19

    Shutterstock / Bernard Chantal

    La vacunación contra la COVID-19 (cuando tengamos vacuna) es una de las alternativas para hacerle frente, probablemente la más importante. Lo que no implica que si llega un tratamiento eficaz de los casos más graves no sea otra alternativa esencial.

    El mejor ejemplo lo tenemos en el caso del SIDA, donde los tratamientos eficaces y asequibles llegaron mucho antes que la vacuna, que aún no existe.
    Gracias a ellos, la sobrevida y la calidad de vida de los casos tratados ha mejorado muy significativamente. Pero aún así, todavía tenemos una pandemia mundial de SIDA fuera de control en muchos países. Y seguimos esperando una vacuna como agua de mayo. Porque la vacunación, cuando ofrece una protección amplia y de larga duración, es la mejor opción.

    Por eso lo deseable en el caso del coronavirus SARS-CoV-2 es encontrar una (o varias) vacunas para combatir la COVID-19. Lo malo es que, mientras centenares de científicos en todo el mundo se afanan por encontrarlas, los movimientos antivacunas (y los famosos que se oponen públicamente a la vacunación, como el tenista Novak Djokovic o el cantante Miguel Bosé) pueden poner en peligro su credibilidad.

    Preocupante escepticismo vacunal

    Convendría recordar que esas actitudes antivacunas son opiniones especulativas, no son datos, ni mucho menos información. Frecuentemente reflejan escepticismo frente al sistema en general y frente a los poderes públicos, ya sean autoridades sanitarias o establishment industrial farmacéutico. En este sentido, para crear desconfianza no se requiere necesariamente aportar nueva veracidad confirmada: basta con sospechas lanzadas al aire.

    La vacuna COVID 19, antes de existir y conocer sus indicaciones, ya tiene detractores con especulaciones extravagantes. Las más sonadas, asociadas a microchips (nunca vistos) inyectados junto con las vacunas, vinculados al despliegue del 5G (sin ninguna documentación técnica) y al fantasma del control de masas tecnológico.

    A la OMS le preocupa el asunto. Tanto que el escepticismo vacunal entró en la lista de sus diez prioridades sanitarias el pasado año. Tiene razones de peso. Sin ir más lejos, la eliminación de la polio es un objetivo de la OMS desde hace más de dos décadas. Posiciones antioccidentales en Afganistán y otras zonas controladas por el poder talibán frenaron las campañas de vacunación en estos países, donde se mantiene un cierto nivel de transmisión y de casos nuevos entre los individuos en poblaciones mal vacunadas. Desde estos focos han aparecido nuevos casos de polio importada en África y el sudeste asiático asociados a viajeros no vacunados.

    Para colmo, en los últimos años hemos visto brotes de cientos de casos de sarampión en Europa y Estados Unidos, causados por bolsas de individuos mal vacunados –o no vacunados– que están protegidos parcialmente por el resto de las personas a su alrededor que sí están masivamente vacunadas. La circulación viral está presente y fatalmente acaba convirtiendo a las personas no vacunadas en casos en poblaciones que durante años no han tenido ninguno.

    La solución pasa por educar

    Para que el discurso de los antivacunas caiga en saco roto, sobre todo de cara a solucionar la actual pandemia, lo ideal sería mejorar y mantener la educación sanitaria desde las escuelas y durante toda la vida, incluyendo de forma muy importante los medios de comunicación social. Hace falta generar conocimiento y confianza en la ciencia, enseñar a distinguir entre información y opinión, a verificar la fuente y la consistencia de los datos comunicados, alejarse de las espectacularidades y de las falsas controversias entre desiguales.

    Los expertos en seguridad que han investigado el escepticismo vacunal identifican un pequeño grupo de irreductibles (menor del 5 % de la población en Estados Unidos) calificables como “antivacunas muy convencidos”, militantes activos en Internet. Luego está el grupo social de “indecisos” por diversas razones, que puede llegar a ser de un 30 % de algunas poblaciones. Estos últimos son los más influenciables por opiniones negativas, y susceptibles de ser bien informados para evitar la deriva a la fracción de los antivacunas que finalmente no vacunan a sus hijos.

    Cómo rebatir los argumentos de los antivacunas en la COVID-19

    Así se rebaten tres de los argumentos más recurrentes de los antivacunas frente a la COVID-19:

    “Podría ser que la vacuna final resultara eficaz parcialmente”.

    Y es cierto. Pero, incluso en este caso, si la vacunación consiguiera reducir la trasmisión y la mortalidad en un porcentaje significativo, ya sería de gran utilidad para mitigar el impacto de los brotes.

    Sin ir más lejos, la vacuna antigripal de cada invierno es un ejemplo de vacunas que tienen eficacias modestas (60-70%). Se debe tanto a que el virus gripal dominante es distinto en cada campaña (hay que hacer vacunas nuevas cada año) como a que siempre hay distintas gripes circulando en proporciones diferentes en cada país (y solo algunos de los tipos están cubiertos por las vacunas recomendadas). El resultado es que sigue habiendo casos incluso entre los vacunados, generando una sensación de ineficacia y desconcierto. Pero son vacunas que cada año salvan muchas vidas entre la población adulta y anciana.

    Las oficinas reguladoras mundiales conceden licencias de uso solo después de comprobar de forma independiente que las vacunas cumplen requisitos de eficacia y seguridad y que las indicaciones (a quién vacunar prioritariamente, con cuántas dosis, etc.) resultan equilibradas entre el número de casos que previenen (o mitigan la gravedad) y el coste de las campañas de vacunación.

    La mayoría de vacunas tienen eficacias muy altas (90-95 %) y en países bien vacunados hay múltiples enfermedades infecciosas que prácticamente han desaparecido.

    “Hay falta de transparencia sobre conflictos de interés”.

    La colaboración del mundo académico con el industrial es imprescindible, pero a su vez genera potenciales situaciones de conflicto de interés. La transparencia informativa es una necesidad en temas sanitarios y especialmente en situaciones ambiguas: resultados medianamente satisfactorios, conclusiones discutibles, interpretaciones de datos dudosos, inconsistencias entre diferentes estudios, etc. Pero hay que admitir que resulta compleja y que debe ser resuelta por comités de expertos independientes.

    El mundo académico ha desarrollado mecanismos de control de conflictos y de gestión de situaciones conflictivas, por ejemplo explicitando en cada intervención pública (conferencias o publicaciones) cuáles son las relaciones entre el profesional y la industria que produce la medicación o la vacuna. Este tema es importante, sobre todo en las fases de desarrollo y ante resultados iniciales, cuando la información es escasa.

    Algo distinto ocurre cuando una vacuna ha pasado todos los controles de eficacia y seguridad y se han establecido las indicaciones por parte de todos los comités científicos y sanitarios nacionales e internacionales, como es el caso del calendario vacunal expandido y de las ultimas vacunas introducidas (la del virus del papiloma humano, VPH). Entonces es imprescindible que los médicos y sanitarios informen a la población y apoyen la introducción de la vacunación según las indicaciones.

    “Las vacunas son inseguras”.

    Los criterios de (in)seguridad de las vacunas o de sus adyuvantes –esto es, las sustancias incluidas en el inyectado vacunal que potencian el estímulo antigénico– siempre han sido esgrimidos por el movimiento antivacunas. Y eso a pesar de la experiencia acumulada por cientos de millones de dosis tanto en estudios controlados como en programas de vacunación generalizada en todos los contextos internacionales.

    Pero lo cierto es que los organismos reguladores de los productos vacunales vigilan exhaustivamente la eficacia y la seguridad vacunal antes de autorizar o indicar la utilización pública, y continúan monitorizando la seguridad durante años después de la introducción. Es muy poco probable que un efecto secundario indeseado pase inadvertido por las redes de vigilancia sistemática.

    A pesar de ello, seguimos viendo ataques abiertos a la vacunación sin ningún estudio nuevo que lo justifique. La investigación es larga, complicada y cara. La duda, por el contrario, es gratuita.

    Fake news organizado

    El antivacunismo es desinformación organizada. La rivalidad entre partidos y la politización de las decisiones sanitarias como la vacunación tienden a adoptar posiciones emocionales y extremas (tanto a favor como en contra) en tiempos de crisis.

    De hecho, gobiernos como el de Donald Trump ya han tenido en el pasado asesores escépticos ante la vacunación como Andrew Wakefield o Robert F. Kennedy, aunque finalmente no hayan seguido sus tesis. Y las fake news y las teorías conspirativas sobre COVID-19 ya circulan abundantemente en los medios sociales, lo que representa un caldo de cultivo ideal para cualquier opinión escéptica o claramente antivacunas.

    A pesar de la evidencia científica masiva, las actitudes antivacunas rara vez reconocen ni justifican sus errores. Esto forma parte de una estrategia para poder repetir una y otra vez argumentos erróneos, que a menudo están relacionados con otros intereses.

    Simplificando un poco, la perpetuación de las posiciones antivacunas se sustenta en dos pilares económicos: la venta de medicina alternativa y los pleitos a las multinacionales farmacéuticas. Y en uno político: la desconfianza frente al sistema.

    Pero, por más que les pese, las vacunas son el recurso sanitario más importante después del saneamiento del agua y la nutrición básica. Entre 2 y 3 millones de vidas se salvan cada año entre las poblaciones infantiles gracias a la vacunación sistemática de los recién nacidos y los niños. Las vacunas recomendadas son nuestra opción más segura, y nada puede compararse a su eficacia y mejora de la calidad de vida

    The Conversation

    Francesc Xavier Bosch José ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son poste universitaire.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Francesc Xavier Bosch José, Profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud. Consultor sénior del Programa de Investigación en Epidemiología del Cáncer del ICO, UOC – Universitat Oberta de Catalunya

  • Conferencia de prensa matutina, desde Zapopan, Jalisco. Jueves 16 de julio 2020. Presidente AMLO

    Conferencia de prensa en vivo, desde Zapopan, Jalisco. Jueves 16 de julio 2020 | Presidente AMLO

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  • COVID-19: una oportunidad para mejorar la difusión del conocimiento científico

    Pexels/Polina Tankilevitch, CC BY-SA

    El proceso de investigación científica empieza con preguntas. ¿Qué queremos saber sobre un fenómeno? ¿Por qué ocurre, qué lo provoca y qué consecuencias tiene? ¿Qué podemos aportar? ¿Cómo ayudarán a la sociedad los resultados de nuestra investigación? Consiste en averiguar qué se conoce, qué modelos se han construido, qué metodología se ha desarrollado y qué hipótesis se ha formulado para lograr ese conocimiento.

    Los artículos de revisión y la investigación científica

    Una herramienta eficaz para obtener esa información es el “artículo de revisión” (review, en inglés). Este no contiene datos nuevos sino una recopilación actualizada y estructurada de lo publicado en un tema hasta el momento.

    Una vez el líder del grupo conoce lo que se ha hecho, puede trazar un plan de investigación para hacer una aportación al campo. Es decir, diseña un plan de experimentos y actividades para responder a las preguntas iniciales mediante el llamado método científico.

    Para realizar este trabajo se solicita financiación en convocatorias de proyectos regionales, nacionales o internacionales. Si se consigue, el grupo publicará sus resultados en revistas y reuniones.

    El líder del grupo, la cabeza visible, se erigirá como experto al que las revistas científicas encargarán artículos de revisión sobre el área de sus resultados. A su vez, estos servirán de base para que este u otros investigadores diseñen nuevos proyectos.

    Por tanto, los artículos de revisión constituyen un importante puntal en el proceso de investigación científica.

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    Proceso de generación del conocimiento científico.
    Mercedes Jiménez / Iconos PNGRrepo, CC BY

    El otro objetivo de los artículos de revisión es dar a conocer los descubrimientos de un área científica a investigadores de otras y a la sociedad en general. Es más sencillo para un lego entender un artículo de revisión que uno con datos originales.

    Este sistema de transmisión del flujo de conocimiento entre ciencia y sociedad existe desde el final de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los grandes cambios por los que han pasado la manera de hacer ciencia y la sociedad.

    Apareció en el contexto de una ciencia no excesivamente competitiva, con pocos grupos, (pequeños y sin liderazgo claro), trabajando en temas diferenciados. Cada grupo tenía un nicho claro, conseguía financiación sin dificultad y escribía artículos de revisión reflexivos sobre los descubrimientos de su área. Estos eran leídos por investigadores de todos los campos y comunicadores.

    Así es como los mismos científicos difundían la ciencia a la sociedad.

    Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial se comenzó a inyectar gran cantidad de dinero en investigación, como consecuencia del informe Ciencia, la frontera sin fin de Vannevar Bush, dirigido al Presidente Roosevelt, en EE. UU.

    Esto aumentó el número y tamaño de los grupos. Se jerarquizaron y aparecieron varias capas: técnicos, doctorandos, postdoctorales y profesores adjuntos, hasta llegar a un líder único. Este ya no solo se dedicaba a la investigación: además gestionaba a las personas involucradas en esta y buscaba financiación en un ambiente cada vez más competitivo.

    Difusión ineficiente del conocimiento

    En los años 80 dejó de crecer la financiación para ciencia, pero el número y el tamaño de los grupos siguieron creciendo, coincidiendo también con la incorporación de la mujer a la ciencia. En consecuencia, la carrera científica se ha vuelto altamente competitiva, y los años cruciales (cuando se decide si la persona va a convertirse o no en líder de grupo) coinciden con acontecimientos personales como la creación de una familia y la maternidad.

    Son años en los que una mujer, aún compartiendo las tareas del hogar, debe realizar un esfuerzo superior al de un hombre. Como resultado, muchas se quedan a medio camino del liderazgo, en puestos vitalicios de postdoctoral o profesor asociado. Aportan sus grandes capacidades a un grupo en que el líder aparece como miembro senior en las publicaciones, gana prestigio, es un gran conocedor del tema, su posición está consolidada y se convierte en un “líder de opinión”.

    Las revistas científicas compiten por que estos escriban artículos de revisión para ellas. A menudo, el líder invita al resto del grupo a participar en la escritura del artículo de revisión, pero no existe gran incentivo, puesto que el crédito será mínimo a cambio de un duro trabajo de lectura y reflexión. Los artículos de revisión inciden de manera importante en el número de citaciones de un autor o autora, ya que son muy citados en las publicaciones posteriores sobre el tema. No olvidemos que el número de citaciones es muy importante para medir la productividad científica.

    Revisiones con sesgo

    Otro problema de los artículos de revisión hoy en día es el de los sesgos que impregnan un área, y que suelen coincidir con la línea de pensamiento del autor líder del artículo de revisión.

    De esta manera, se reconoce a los grupos de investigación más acordes y, consciente o inconscientemente, se tiende a obviar a los que se muestran discordantes. Como resultado de estos sesgos y de la falta de motivación de las personas que hacen el trabajo más duro en un artículo de revisión, estos cada vez son más descriptivos y menos reflexivos.

    Esto incrementa la probabilidad de que solo los lean investigadores de un área muy limitada y trasciendan menos al resto de especialistas o a la sociedad. Así, la mayor competitividad provocada por el aumento del número de grupos y la congelación de la financiación han desembocado, al tiempo, en una trampa para las mujeres que deciden dedicarse a la ciencia, y en una deficiente transmisión del conocimiento científico desde el laboratorio hacia la sociedad.

    El efecto de la COVID-19

    En la presente crisis se ha producido un número espectacular de artículos científicos. Sobre todo los compartidos en repositorios, sin revisión por pares, por la tardanza de las revistas tradicionales en publicar.

    Por otra parte, los repositorios no aceptan artículos de revisión y las revistas clásicas no los encargan porque aún no han publicado los artículos relevantes, atrapados aún en sus lentas maquinarias de publicación.

    Sin embargo, la comunidad científica y la sociedad necesitan información sobre la pandemia. Disponer de artículos de revisión científica, como hemos visto anteriormente, es el punto de partida en el desarrollo de un proyecto de investigación. Durante estos meses pasados hubiese sido también de gran ayuda para investigadores y médicos tener a su alcance los resultados obtenidos por otros colegas, en su área y otras, resumidos y organizados.

    ¿Quizá ha llegado el momento de que el sistema cambie? ¿Se podría aprovechar para revisar el modelo de artículos de revisión para las revistas científicas? ¿Para avanzar hacia un sistema de incentivos en la ciencia según el cual cada persona se lleve el crédito por su propio trabajo? Sin duda, esto facilitaría a las mujeres científicas el no quedarse atrapadas en las “cocinas” de la ciencia, poder liderar grupos y volcarse en actividades que realmente premiaran sus esfuerzos.

    Esta crisis, tanto sanitaria como económica, ¿incluso científica?, nos debería servir de catarsis para romper con ciertas inercias e incentivar el cambio del statu quo científico, por el bien de la sociedad.

    The Conversation

    Las autoras participan en el proyecto BIFISO, PIE CSIC-COV19-027, financiado por el CSIC, para la lucha contra la COVID-19 en el marco de la PTI Salud Global.

    María Mercedes Jiménez Sarmiento y Nuria Eugenia Campillo no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Matilde Cañelles López, Investigadora Científica, Ciencia, Tecnología y Sociedad, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)

  • ¿Qué imágenes formarán parte de la memoria de la COVID-19?

    Shutterstock / Sandsun

    En los últimos meses hemos vivido entre una avalancha de imágenes relativas a la pandemia por COVID-19. Aunque con frecuencia invisibilizando el drama, estas imágenes han convertido esta pandemia seguramente en la más fotografiada de la historia. Incluso, he propuesto denominar a este fenómeno “fotodemia” (siguiendo la línea de la “infodemia”).

    Las imágenes, especialmente las que ilustran problemas médicos, necesitan ser utilizadas de una manera ética. Debemos plantearnos cuáles son necesarias, y cuestionarnos qué imágenes, de todo este torrente visual, son las esenciales, las que quedarán cuando la pandemia termine.

    Para tratar de identificarlas, se han tomado como referencia las imágenes que han hecho historia en otras epidemias y pandemias, como la peste negra o la Gripe española, para después centrar el foco en las de este siglo: SARS, gripe porcina, Ébola y Zika.

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    Esta ilustración, creada en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), revela la morfología estructural de los coronavirus. Obsérvense los picos que cubren la superficie exterior del virus, que confieren el aspecto de una corona que rodea al virión cuando se observa con el microscopio electrónico.
    CDC/ Alissa Eckert, MSMI; Dan Higgins, MAMS

    La COVID-19

    La COVID-19 y el SARS están causados por virus de la familia de los coronavirus. Basándonos en la experiencia del SARS, del que han quedado sobre todo las ilustraciones del propio virus, es previsible que esta representación tenga un largo recorrido.

    Aunque hay varias imágenes en circulación, seguramente la que pasará a la historia es la generada por los ilustradores médicos Alissa Eckert y Dan Higgins del Center for Disease Control and Prevention (CDC) de EEUU. Una imagen que todos hemos visto con frecuencia, aunque desconozcamos su procedencia. No se trata de una fotografía microscópica del virus, sino una ilustración generada con un programa informático para darle una identidad. Cara Giaimo explica cómo el CDC solicitó una imagen que llamara la atención del público y con este fin la colorearon.

    La fotografía epidémica

    El antropólogo médico Christos Lynteris habla de fotografía epidémica cuando se refiere a las imágenes de las diferentes epidemias y/o pandemias que han marcado estas primeras décadas del s. XXI. Para todas ellas, Lynteris señala una serie de categorías fotográficas habituales: hospitales desbordados, animales sospechosos de haber originado o de contagiar la pandemia, ciudades vacías, personas abasteciéndose en los supermercados o expresiones de solidaridad desde los balcones.

    Por lo que sabemos de epidemias y pandemias anteriores, sobrevivirán especialmente aquellas fotografías que reúnan en un solo encuadre la máxima información, emoción y estética.

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    El triunfo de la Muerte (Pieter Brueghel el Viejo, 1562).
    Wikimedia Commons / Museo del Prado

    Epidemias en la historia

    Con la aparición de la fotografía, es más complicado reunir todos los elementos en una imagen, como podía suceder con una pintura como El triunfo de la muerte, de Pieter Bruegel el Viejo, que con frecuencia se emplea para ilustrar la peste negra.

    La tercera ola mundial de peste bubónica en Hong Kong fue la primera epidemia en ser fotografiada desde 1894. De aquella peste nos han llegado imágenes que recogen los variados ámbitos en los que la peste impactó: protecciones de los médicos, enfrentamientos por las medidas de prevención y contención, ritos funerarios y tratamientos.

    De la COVID-19 quedarán imágenes de este tipo. Es importante destacar que ha habido fotografías impactantes de manifestaciones y protestas durante esta pandemia, que es muy probable que perduren, aunque no todas están relacionadas con el virus.

    La imagen icónica de todas las protestas, muy especialmente de las antirracistas, será la de George Floyd junto a las fotografías de las manifestaciones en diferentes países con mascarillas que vincularán visualmente siempre con el excepcional contexto de la COVID-19 las protestas de estos meses.

    Enterramientos colectivos

    Otro aspecto importante es el de los ritos funerarios. En numerosos países ha sido polémica la publicación de imágenes relacionadas con la muerte, como las de los féretros en el Palacio de Hielo (Madrid) o las de los camiones frigoríficos con cadáveres o los enterramientos colectivos en la isla de Hart en Nueva York. Con el tiempo, algunas de estas fotografías irán adquiriendo relevancia en la representación visual de la enfermedad.

    En lo que respecta a los tratamientos, seguramente de la COVID-19 quedará alguna de las imágenes más dramáticas de enfermos conectados a respiradores, alguna de las imágenes más impactantes por el contexto y las circunstancias (como las fotografías firmadas por David Ramos de Isidre Correa en su cama de UCI, rodeado por su equipo médico, frente a la playa del Somorrostro de Barcelona, tras dos meses en el Hospital del Mar, que se hicieron virales).

    Hospitales y vacunas

    En el caso de la llamada Gripe Española, una de las imágenes icónicas es una del hospital de emergencia en Camp Funston (Kansas). Esta imagen nos da pistas sobre el rol que ejercerán en el futuro imágenes de hospitales como el de campaña de Ifema (España) o el de Wuhan Vulcan (China).

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    Hospital de emergencia que se montó en Camp Funston, en Kansas, en 1918.
    Flikr / Otis Historical Archives (National Museum of Health and Medicine)., CC BY

    Por otro lado, cada epidemia y/o pandemia tiene su propio foco de atención. Con el Ébola, por ejemplo, hay una constancia en el centro de interés: retratos de personas con el equipo de protección. Esto también formará parte, probablemente, de la representación visual de la COVID-19: personas con el equipo de protección individual (EPI).

    En la gripe porcina y el ZIKA el protagonismo es para los cerdos y los mosquitos respectivamente, animales en los que se encuentra su origen. No parece probable que esto ocurra con la COVID-19.

    Finalmente, pasarán a la historia también las fotografías de los investigadores que descubran tratamientos o la vacuna para la pandemia, en su momento.

    The Conversation

    Rebeca Pardo recibe fondos del MICINN para un proyecto del programa i+D+I Retos de Investigación.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Rebeca Pardo, Profesora de fotografía, Universitat Internacional de Catalunya

  • Conferencia de prensa matutina, desde Guanajuato. Miércoles 15 de julio 2020 | Presidente AMLO

    Conferencia de prensa en vivo, desde Irapuato, Guanajuato. Miércoles 15 de julio 2020 | Presidente AMLO

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