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  • La justicia brasileña ordena a Bolsonaro proteger a los pueblos indígenas del coronavirus

    Indígenas Satere-mawe con mascarilla reman sobre el río Ariau, en el estado de Manaus, duramente afectado, durante la pandemia de coronavirus. 5 de mayo de 2020. Ricardo Oliveira /AFP via Getty Images

    El juez Luis Roberto Barroso le ha dado al gobierno brasileño solo tres días para establecer un equipo de respuesta a la crisis. El ejecutivo de Bolsonaro debe establecer puestos de control en tierras indígenas, con apoyo militar si es necesario, para evitar que personas ajenas entren sin permiso y para realizar pruebas de COVID-19. Dentro de un mes, el gobierno debe emitir un plan integral de pandemia para detener la invasión de los territorios indígenas, que potencialmente expone a los residentes al virus, y brindar atención médica a todos los pueblos indígenas.

    La orden responde a una petición del 29 de junio presentada por una organización brasileña de derechos indígenas y seis partidos políticos que afirman que el COVID-19 podría llevar a un “genocidio” a la población indígena de Brasil ya en situación de riesgo.

    Los datos de la pandemia muestran que los brasileños indígenas enferman y mueren en tasas más altas que la población general. La mayoría de los aproximadamente 896 000 indígenas de Brasil viven en la región amazónica, donde el hospital más cercano puede estar a días en barco y ofrece servicios limitados. Los brasileños indígenas también tienen tasas más altas de desnutrición, anemia y obesidad que la población general, factores de riesgo grave para COVID-19.

    Hasta el 8 de julio, el Ministerio de Salud de Brasil reportó 8 098 infecciones por COVID-19 entre indígenas y 184 muertes. El Comité Nacional de Vida y Memoria Indígena, un grupo que apoya a los pueblos indígenas durante la pandemia, estima más de 12 000 infecciones y 446 muertes.

    Para las comunidades nativas con solo unos pocos cientos o miles de miembros, eso es una amenaza existencial. Si las tendencias actuales continúan, 5 600 yanomami, o el 40 % de toda su población, podrían infectarse con COVID-19, según un informe del Instituto Socioambiental de Brasil.

    La justicia brasileña ordena a Bolsonaro proteger a los pueblos indígenas del coronavirus -  src=
    Una paciente indígena baniwa de 92 años de edad que se recuperó de COVID-19 sale del hospital de la ciudad amazónica de Manaus en mayo de 2020 sosteniendo un cartel que dice ‘Otra guerrera recuperada’.‘
    Andre Coelho/Getty Images

    ¿Por qué genocidio?

    El brote incontrolado de coronavirus de Brasil es solo la última amenaza mortal para los pueblos indígenas bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, quien recientemente dio positivo por el COVID-19.

    Desde que asumió el cargo en enero de 2018, Bolsonaro ha desmantelado las protecciones ambientales de la Amazonia, permitiendo que aumenten la deforestación y los incendios forestales. También ha reducido los derechos a la tierra de los pueblos indígenas y ha hecho la vista gorda con la minería ilegal, la explotación forestal y las operaciones agrícolas en esos territorios.

    Las políticas públicas y la retórica del presidente hacia los indígenas brasileños son tan abiertamente hostiles que esencialmente constituyen una campaña de genocidio, según nuestras investigaciones. A finales de 2019, dos importantes organizaciones brasileñas de derechos humanos argumentaron ante la Corte Penal Internacional de las Naciones Unidas que el líder de derecha estaba “incitando al genocidio” contra los pueblos indígenas.

    Ese caso está todavía pendiente, pero según el derecho internacional, el delito de genocidio solo requiere “la intención de destruir, total o parcialmente” un grupo basada en su nacionalidad, etnia, raza o religión. Por tanto, no solo se refiere a los asesinatos explícitos en masa. Causar daños graves a una población y destruir su forma de vida también puede constituir un genocidio.

    Como expertos en la prevención de atrocidades masivas y los derechos indígenas, hemos observado con alarma las señales que advertían que estaba ocurriendo un genocidio lento en el Brasil de Bolsonaro. Luego vino COVID-19, que está matando a cientos de personas indígenas.

    La justicia brasileña ordena a Bolsonaro proteger a los pueblos indígenas del coronavirus -  src=
    Homenaje a las víctimas brasileñas de COVID-19 en la capital, Brasilia, el 28 de junio de 2020. En ese momento, Brasil tenía 57 070 muertes por coronavirus.
    Andressa Anholete/Getty Images

    Señales de advertencia

    En teoría, muchos indígenas brasileños deberían estar preparados para evitar la exposición a COVID-19. Se estima que 10 000 viven en aislamiento voluntario en toda la Amazonía, separados de la sociedad brasileña en general. Muchos otros solo tienen contacto limitado con el mundo exterior.

    Su derecho de autodeterminación y su aislamiento son confirmados por dos acuerdos internacionales sobre derechos indígenas, ambos firmados por Brasil. Sin embargo, en los últimos años, los madereros, mineros y agricultores han violado agresivamente estos derechos sobre la tierra y se han establecido en la Amazonía, a veces con el respaldo explícito del gobierno de Bolsonaro.

    El acaparamiento ilegal de tierras ha empeorado durante la pandemia, ya que la atención mundial se alejó de la Amazonía. Por ejemplo, el número de mineros de oro no indígenas que trabajan en la tierra indígena Yanomami aumentó desde los 4 000 de 2018 a los más de 20 000 este 2020.

    Más allá de llevar el coronavirus a las comunidades indígenas, tales incursiones ponen en peligro la supervivencia de los indígenas brasileños.

    Los pueblos indígenas han vivido en la Amazonía durante siglos, protegiendo la selva tropical de tal manera que no solo respaldaba su forma de vida tradicional sino que también protegía este recurso natural global. Históricamente, han contado con regulaciones gubernamentales mínimas destinadas a defender la selva amazónica, aunque la deforestación ha sido un desafío durante mucho tiempo.

    Bolsonaro no cree en la defensa de la Amazonía o de sus habitantes. Uno de sus primeros actos como presidente fue revertir las protecciones ambientales. La deforestación de la Amazonía ha aumentado un 34 % desde 2018, según el programa de monitoreo de la Amazonía brasileña. La deforestación de las tierras indígenas aumentó casi un 80 %.

    La confiscación ilegal de las tierras indígenas y las violaciones de los derechos, como las experimentadas por los indígenas brasileños, son signos de advertencia conocidos de genocidio. También lo es la destrucción física de la patria de un grupo perseguido. Según la ONU, “el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial” constituye un genocidio.

    La justicia brasileña ordena a Bolsonaro proteger a los pueblos indígenas del coronavirus -  src=
    Indígenas yanomami brasileños esperan para recibir atención médica de los misioneros en el estado de Roraima, el 1 de julio de 2020.
    Andressa Anholete / Getty Images

    La historia muestra que negar la humanidad de un grupo es otro precursor frecuente del genocidio. Antes del Holocausto, por ejemplo, los nazis se referían a los judíos como ratas.

    Bolsonaro no ha ido tan lejos como para caracterizar a los brasileños indígenas como alimañas. Pero se refiere a ellos usando un lenguaje peyorativo.

    “Los indios no hablan nuestro idioma, no tienen dinero, no tienen cultura”, dijo al periódico Campo Grande en 2015, cuando todavía era congresista. A principios de este año, Bolsonaro dijo que las personas indígenas expuestas al mundo exterior “se están convirtiendo cada vez más en seres humanos como nosotros”.

    Una atrocidad previsible

    El acaparamiento de tierras, la atención médica insuficiente, la deforestación y la estigmatización ya amenazaban a los indígenas brasileños antes de la pandemia. Los genocidios pueden ser así. Las atrocidades masivas son procesos, no eventos repentinos y aislados. Los factores de riesgo y las señales de advertencia pueden estar latentes durante años en un país. Luego, una “chispa” como COVID-19 los enciende, lo que desemboca en una mortandad masiva.

    La orden de más de 40 páginas de la Corte Suprema no menciona el genocidio. Sin embargo, su rápida emisión y plazos estrictos denotan la urgencia de la situación que enfrenta Brasil.

    El cumplimiento no está garantizado. La administración Bolsonaro no ha obedecido sentencias judiciales anteriores relacionadas con los derechos indígenas, con solo multas ocasionales como consecuencia.

    Pero al ordenar medidas de protección de emergencia, el juez Barroso demuestra que al menos una rama del gobierno de Brasil asume la responsabilidad de proteger a su pueblo, todos ellos, de una atrocidad prevenible.

    Este artículo es una versión actualizada de este publicado el 8 de julio.

    The Conversation

    The authors do not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organization that would benefit from this article, and have disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Nadia Rubaii, Co-Director, Institute for Genocide and Mass Atrocity Prevention, and Professor of Public Administration, Binghamton University, State University of New York

  • Conferencia de prensa matutina. Viernes 10 de julio 2020 | Presidente AMLO

    Conferencia de prensa matutina, desde Palacio Nacional, Ciudad de México. Viernes 10 de julio 2020. Presidente AMLO.

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  • Regreso de gira de trabajo en EE. UU.

    Regreso de gira de trabajo en EE. UU. Jueves 9 de julio 2020. Presidente AMLO.

    Vamos de regreso a la Ciudad de México. Todo bien. Mañana informaré en la conferencia matutina.

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  • Covid-19: Estamos muy lejos de la inmunidad de grupo

    Jooinn

    El pasado marzo la inmunidad de grupo era un tema que estaba en boca de todos. Luego llegaron los primeros resultados preliminares del estudio sobre seroprevalencia, según los cuales solo el 5 % de la población española tenía anticuerpos. Esto nos alejaba del porcentaje necesario para que la población detenga la transmisión del virus.

    ¿Qué porcentaje es necesario?

    La inmunidad de grupo es el nivel de inmunidad poblacional a una enfermedad que hace que su propagación disminuya y se detenga, incluso después de relajar todas las medidas preventivas, porque no hay suficientes personas nuevas para infectar. Si este umbral no se supera, puede comenzar una segunda ola de infección en cuanto se levanten las restricciones.

    Determinar ese porcentaje para la COVID-19 sería fundamental, pero hay muchas circunstancias implicadas en su cálculo.

    La ecuación de la inmunidad de grupo se define como hc = 1 – 1/R₀, donde R₀ es el número de reproducción básico, esto es, el número promedio de nuevas infecciones causadas por un individuo infectado típico durante la etapa temprana de un brote en una población totalmente susceptible a la infección.

    Si revisamos los datos de España, podremos recordar también que el valor R₀ varía con las circunstancias y con el tiempo.

    Covid-19: Estamos muy lejos de la inmunidad de grupo -  src=
    Figura 1. No todos los virus respiratorios son igual de contagiosos. El actual coronavirus, el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, tenía un R₀ de 2,2, según un primer estudio de 425 pacientes diagnosticados en Wuhan en enero de este año cuando fue detectada la epidemia. Esto significa que tiene una contagiosidad similar a la de los virus de la gripe. Se trata de un R₀ moderado para un virus que se transmite por el aire. Por comparación, los del sarampión y la tosferina tienen un Ro de alrededor de 15; los de las paperas y la rubéola, de alrededor de 5.
    CDC/OMS

    Supongamos, de acuerdo con la Figura 1, un R₀ de 2 para el SARS-CoV-2. Eso significa que cada persona infectada infecta, en promedio, a otras dos. En ese caso, aplicando la fórmula, el umbral para la COVID-19 es 0,5 (50 %). En otras palabras, el virus se propagará a un ritmo acelerado hasta que la mitad de la población sea inmune.

    Alcanzado ese punto el virus aún se propagará, pero a un ritmo desacelerado hasta que se detenga por completo. Del mismo modo que un automóvil no se detiene en el momento en que el conductor levanta el pie del acelerador, el virus no desaparece en el momento en que se alcanza la inmunidad de grupo. Aunque la cantidad de contagios comience a disminuir, es probable que otra parte de la población se contagie mientras la enfermedad va desapareciendo en otro lugar.

    Covid-19: Estamos muy lejos de la inmunidad de grupo -  src=
    Figura 2. Diagrama que muestra cómo una persona infectada con una enfermedad de R₀ = 2 contagia a 2 personas.

    Ese 50 % es también el umbral, sobrepasado el cual se agotarán rápidamente las nuevas introducciones del virus transmitidas, por ejemplo, por un pasajero infectado que desembarca en un aeropuerto de una ciudad con inmunidad de grupo. No significa que no pueda iniciar un brote, pero este no se extenderá.

    Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Ningún modelo que pretenda reflejar la realidad presentará a las poblaciones humanas como homogéneas, porque en las sociedades humanas hay muchas heterogeneidades que influirán en la transmisión del virus.

    Para empezar, todo depende de a cuántas personas contagia cada infectado, un número que puede variar según las circunstancias. Aunque un R₀ = 2 para el SARS-CoV-2 puede ser una media razonable para una gran población, es seguro que variará considerablemente a un nivel más local. La media será mucho más alta en algunos lugares y más baja en otros.

    Covid-19: Estamos muy lejos de la inmunidad de grupo -  src=
    Figura 3. Diagrama que muestra cómo se hace más difícil que se propague una enfermedad si hay más personas inmunes.

    Como R₀ resulta ser una variable, y no un número fijo, la vía a través de la cual las personas adquieren inmunidad también varía, lo que acarrea importantes implicaciones para calcular el umbral de la inmunidad de grupo. Las diferencias en los hábitos sociales hacen que algunas personas tengan más exposición a una enfermedad que otras.

    Una persona infectada que viva en un bloque de viviendas puede contagiar a muchas más personas que si estuviera en un entorno rural. Por eso, los datos disponibles indican que el umbral podría ser más del doble en algunos entornos urbanos que el promedio general de un país.

    Tampoco es lo mismo la actividad que desarrolle una persona contagiada. Si se trata, supongamos, de un profesional con mucho contacto social (como ocurrió con el personal sanitario no protegido a comienzos de la pandemia), el umbral será más elevado. El porcentaje podría ser bajo siempre y cuando muchas personas usen máscaras y eviten grandes reuniones, o mucho mayor si la gente baja la guardia.

    Determinantes biológicos, genéticos y sociales

    Las diferencias biológicas y genéticas también juegan un papel en la probabilidad de que las personas se infecten y combatan el virus. Tampoco se puede olvidar la importancia de los determinantes sociales para explicar la salud, tanto de las poblaciones como de los individuos.

    Los epidemiólogos se refieren a estas variaciones como la “heterogeneidad de susceptibilidad”. Es decir, las diferencias que hacen que algunas personas tengan más o menos probabilidades de contagiarse. En una pandemia como la actual, esa heterogeneidad tiene implicaciones reales para calcular la inmunidad de grupo. En algunos casos aumentará mucho el porcentaje necesario. Es lo que ha ocurrido en lugares como las residencias de ancianos, cuyos habitantes eran más susceptible al coronavirus que el promedio nacional.

    A mayor escala la heterogeneidad generalmente reduce el umbral de la inmunidad de grupo. Según los modelos estándar, alrededor del 60 % de la población española necesitaría vacunarse contra la COVID-19 o recuperarse de la enfermedad para reducir la velocidad de propagación hasta detenerla. Si el 60 % de la población estuviera inmunizada, el coronavirus que intentara pasar de una persona a otra fracasaría en seis de cada diez intentos y acabaría siendo uno más de los muchos agentes infecciosos que el mundo ha conocido.

    Algunas investigaciones recientes han intentado cuantificar la heterogeneidad. En junio, la revista Science publicó un estudio que estimó el umbral para la COVID-19 en un 43 % en poblaciones amplias. Otro estudio, que adopta un enfoque diferente para estimar las diferencias en la susceptibilidad, estima que podría bastar con un 20 % de población inmunizada.

    Sea cual sea ese porcentaje, aun en el escenario más bajo (20 %), el tercer y último informe sobre seroprevalencia publicado el pasado lunes demuestra que seguimos estando muy lejos.

    El porcentaje (5,2 %) apenas ha variado en las tres entregas de las que consta el estudio y confirma que, pese al gran impacto de la pandemia en España, estas cifras no son altas.

    No parece posible que alcancemos este umbral sin una vacuna eficaz y disponible a gran escala. Para eso queda más de un año, en el mejor de los casos.

    En definitiva, la única forma de escapar verdaderamente de la pandemia de COVID-19 es lograr la inmunidad de grupo a gran escala, en todas partes, no solo en un pequeño número de lugares donde las infecciones han sido más altas.

    Mientras tanto, la incertidumbre sobre el umbral adquirido naturalmente para evitar la propagación del virus y reducir el valor R₀ tanto como sea posible, solo deja un camino a seguir: el distanciamiento, las mascarillas, las pruebas y el rastreo de contactos en todas partes. Así que calma y paciencia.

    The Conversation

    Manuel Peinado Lorca es responsable del Grupo Federal de Biodiversidad del PSOE

    Luis Monje no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Manuel Peinado Lorca, Catedrático de Universidad. Departamento de Ciencias de la Vida e Investigador del Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá

  • Bolsonaro, víctima de COVID-19, como miles de indígenas que viven a varios días del hospital más cercano

    Indígenas Satere-mawe con mascarilla reman sobre el río Ariau, en el estado de Manaus, duramente afectado, durante la pandemia de coronavirus. 5 de mayo de 2020.
    Ricardo Oliveira /AFP via Getty Images

    El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien negó la gravedad de la pandemia de coronavirus y ridiculizó el distanciamiento social, dio positivo por el nuevo coronavirus el 7 de julio después de mostrar síntomas leves.

    Bolsonaro es uno de los 1,9 millones de enfermos confirmados de COVID-19 en Brasil, un país destrozado por el virus. Pero como hombre blanco, rico y poderoso, no es miembro del grupo más afectado. Los datos muestran que los brasileños negros y los indígenas enferman y mueren mucho más.

    Las comunidades indígenas enfrentan dificultades particularmente desalentadoras para la supervivencia durante la pandemia. La mayoría de los aproximadamente 896 000 indígenas de Brasil viven en la región amazónica, donde el hospital más cercano puede estar a días en barco y ofrece servicios limitados. Los brasileños indígenas también tienen tasas más altas de desnutrición, anemia y obesidad que la población general, factores de riesgo grave para COVID-19.

    Hasta el 6 de julio, el Ministerio de Salud de Brasil reportó 7 958 infecciones por COVID-19 entre indígenas y 171 muertes. El Comité Nacional de Vida y Memoria Indígena, un grupo que apoya a los pueblos indígenas durante la pandemia, estima 12 000 infecciones y 400 muertes.

    La situación es particularmente grave para el pueblo Yanomami amazónico. Si las tendencias actuales continúan, 5 600 yanomami, o el 40 % de toda su población, podrían infectarse con COVID-19, según un informe del Instituto Socioambiental de Brasil.

    COVID-19 representa solo la última amenaza letal para los pueblos indígenas bajo Bolsonaro, cuyas políticas públicas y retórica son tan abiertamente hostiles que esencialmente constituyen una campaña de genocidio, según nuestras investigaciones.

    Bolsonaro, víctima de COVID-19, como miles de indígenas que viven a varios días del hospital más cercano -  src=
    Una paciente indígena baniwa de 92 años de edad que se recuperó de COVID-19 sale del hospital de la ciudad amazónica de Manaus en mayo de 2020 sosteniendo un cartel que dice ‘Otra guerrera recuperada’.‘
    Andre Coelho/Getty Images

    ¿Por qué genocidio?

    Con Bolsonaro, quien asumió el cargo en enero de 2018, Brasil ha desmantelado las protecciones ambientales de la Amazonia, permitiendo un aumento dramático de la deforestación. También ha reducido los derechos de los pueblos indígenas sobre sus tierras, territorios y recursos, y ha hecho la vista gorda a la minería ilegal, explotación forestal y operaciones agrícolas en sus territorios.

    A finales de 2019, esas políticas movilizaron a dos importantes organizaciones brasileñas de derechos humanos a denunciar a Bolsonaro ante la Corte Penal Internacional, alegando que el líder de derecha estaba “incitando al genocidio” contra los pueblos indígenas. El caso está todavía pendiente de resolución.

    Según el derecho internacional, el delito de genocidio requiere “la intención de destruir, total o parcialmente” un grupo basada en su nacionalidad, etnia, raza o religión. Si bien el genocidio a menudo implica matanzas explícitas, también puede incluir causar daños graves a una población y destruir su forma de vida.

    Como expertos en la prevención de atrocidades masivas y los derechos indígenas, hemos observado con alarma cómo Brasil mostraba señales de que este último tipo de genocidio estaba en marcha. Ahora la COVID-19, que está matando a cientos de personas indígenas, podría ser la puntilla.

    Bolsonaro, víctima de COVID-19, como miles de indígenas que viven a varios días del hospital más cercano -  src=
    Homenaje a las víctimas brasileñas de COVID-19 en la capital, Brasilia, el 28 de junio de 2020. En ese momento, Brasil tenía 57 070 muertes por coronavirus.
    Andressa Anholete/Getty Images

    Señales de advertencia

    En teoría, muchos indígenas brasileños deberían estar preparados para evitar la exposición a COVID-19. Se estima que 10 000 viven en aislamiento voluntario en toda la Amazonía, separados de la sociedad brasileña en general. Muchos otros solo tienen contacto limitado con el mundo exterior.

    Sus derechos de autodeterminación y aislamiento son confirmados por dos acuerdos internacionales sobre derechos indígenas, ambos firmados por Brasil. Sin embargo, en los últimos años, los madereros, mineros y agricultores han violado agresivamente estos derechos sobre la tierra y se han establecido en la Amazonía, a veces con el respaldo explícito del gobierno de Bolsonaro.

    El acaparamiento ilegal de tierras ha empeorado durante la pandemia, ya que la atención mundial se alejó de la Amazonía. Por ejemplo, el número de mineros de oro no indígenas que trabajan en la tierra indígena Yanomami aumentó desde los 4 000 de 2018 a más de 20 000 este 2020. Tales incursiones corren el riesgo de llevar el coronavirus a las comunidades indígenas.

    La violación sistemática de los derechos indígenas sobre la tierra también pone en peligro su propia supervivencia.

    Los pueblos indígenas han vivido en la Amazonía durante siglos, protegiendo la selva tropical de una manera que no solo respaldaba su forma de vida tradicional sino que también protegía este recurso natural global. Históricamente, han contado con regulaciones gubernamentales mínimas destinadas a defender la selva amazónica, aunque la deforestación ha sido un desafío durante mucho tiempo.

    Pero Bolsonaro no cree en la defensa de la Amazonía o sus habitantes. Uno de sus primeros actos como presidente fue revertir las protecciones ambientales. La deforestación de la Amazonía ha aumentado un 34 % desde 2018, según el programa de monitoreo de la Amazonía brasileña. La deforestación de las tierras indígenas aumentó casi un 80 %.

    La confiscación ilegal de las tierras indígenas y las violaciones de los derechos, como las experimentadas por los indígenas brasileños bajo el gobierno Bolsonaro, son signos de advertencia conocidos de genocidio. También lo es la destrucción física de la patria de un grupo perseguido. Según la ONU, “el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial” constituye un genocidio.

    Bolsonaro, víctima de COVID-19, como miles de indígenas que viven a varios días del hospital más cercano -  src=
    Indígenas yanomami brasileños esperan para recibir atención médica de los misioneros en el estado de Roraima, el 1 de julio de 2020.
    Andressa Anholete / Getty Images

    La historia muestra que negar la humanidad de un grupo es otro precursor frecuente del genocidio. Antes del Holocausto, por ejemplo, los nazis se referían a los judíos como ratas.

    Bolsonaro no ha ido tan lejos como para caracterizar a los brasileños indígenas como alimañas. Pero se refiere a ellos usando un lenguaje peyorativo.

    “Los indios no hablan nuestro idioma, no tienen dinero, no tienen cultura”, dijo al periódico Campo Grande en 2015, cuando todavía era congresista. A principios de este año, Bolsonaro dijo que las personas indígenas expuestas al mundo exterior “se están convirtiendo cada vez más en seres humanos como nosotros”.

    La hora de la intervención

    El acaparamiento de tierras, la atención médica insuficiente, la deforestación y la estigmatización ya amenazaban a los indígenas brasileños antes de la pandemia. Los genocidios pueden ser así. Las atrocidades masivas son procesos, no eventos repentinos y aislados.

    Los factores de riesgo y las señales de advertencia pueden estar latentes durante años en un país. Luego, una “chispa” como COVID-19 los enciende, lo que desemboca en una mortandad masiva.

    No somos los únicos que hacemos este pronóstico terrible. El 29 de junio, una organización brasileña de derechos indígenas y seis partidos políticos solicitaron conjuntamente de la Corte Suprema una orden de protección para los pueblos indígenas durante la pandemia de coronavirus para evitar que ocurriera un genocidio.

    Los solicitantes insisten en que el gobierno debe proporcionar atención médica adecuada a todos los indígenas brasileños; asegurar físicamente la tierra indígena para evitar la entrada de mineros ilegales, madereros y otros; y expulsar a los que ocupan esas tierras. Al fallar estas medidas de emergencia, afirman, los pueblos indígenas de Brasil se enfrentan a la extinción.

    Si el tribunal concede su solicitud, no hay garantía de que el gobierno cumpla. Pero podría salvar vidas. Para las comunidades indígenas, con solo unos pocos cientos de miembros, eso puede marcar la diferencia.

    The Conversation

    Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Nadia Rubaii, Co-Director, Institute for Genocide and Mass Atrocity Prevention, and Professor of Public Administration, Binghamton University, State University of New York

  • Mensaje dominical desde los pasillos de la antigua Tesorería del Palacio Nacional.

    Mensaje dominical desde los pasillos de la antigua Tesorería del Palacio Nacional. Domingo 5 de julio 2020. Presidente AMLO.

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  • La criptomoneda Dogecoin aumenta 20% por reto viral en TikTok

    En el video una persona hace un llamado a los usuarios de TikTok para que inviertan USD 25 en Dogecoin y hagan su aporte para que su valor aumente de USD 0.0023 a 1 dólar. De lograrlo, dice, cada uno obtendría un porcentaje de ganancia. Hasta ahora, la publicación cuenta con más de 57.800 “me gusta”, mientras que la etiqueta #DogecoinTiktokChallenge acumula casi medio millón de vistas.

    “¡Vamos a hacernos ricos! Dogecoin prácticamente no tiene valor. Hay 800 millones de usuarios de TikTok, una vez que llegue a 1 dólar, tendrás 10.000 dólares. Dile a todos los que conoces”, es la invitación que se escucha en el video.

    Aunque el objetivo planteado en la publicación de TikTok es prácticamente inalcanzable, muchos seguidores pueden haberlo asumido como un consejo de inversión, lo cual habría catapultado el precio de DOGE.

     

    https://www.criptonoticias.com/mercados/precios-trading/dogecoin-aumenta-20-reto-viral-en-tiktok/

  • Supuestos Anonymous intervienen página de Banxico

    Esta nueva facción de Anonymous que no es reconocida por Anonymous en México comunica su más reciente operación, la página del Banco de México y anuncia una intervención a la Secretaría de Hacienda

  • AMLO inicia gira a a Washington en vuelo comercial

    Con cubrebocas y acompañado de su comitiva Andrés Manuel López Obrador inicia su visita histórica a Washington DC

    El mandatario mexicano se encontrará con el Presidente Donald Trump en el marco de la firma del T-MEC. Al encuentro lo acompañan varios empresarios como Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego y Carlos Hank.

    https://twitter.com/JJesusEsquivel/status/1280597632856064002

    La visita es histórica pues es el primer viaje de AMLO como titular del ejecutivo. Pernoctará en la sede de la embajada de México en Estados Unidos y solo se reunirá con el presidente estadounidense descartando encontrarse con líderes de organizaciones de migrantes u otros líderes políticos del país norteamericano

    Imagen: Sara Pablo en Twitter @sarapablo1

  • Identifican a normalista de Ayotzinapa Christian Alfonso Rodriguez Telumbre

    Así lo da a conocer la Fiscalía General de la Repúlica resultado de un nuevo análisis de la Universidad de Innsbruk.

    Los restos corresponden al estudiante normalista Christian Alfonso Rodriguez Telumbre y cabe destacar que fueron encontrados en el Cerro de la Carnicería y no en el basurero de Cocula