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  • Primer Aniversario de la Guardia Nacional, desde Campo Marte, Ciudad de México

    Primer Aniversario de la Guardia Nacional, desde Campo Marte, Ciudad de México. Martes 30 de junio 2020. Presidente AMLO.

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  • Aprueban censura en internet en México. #NiCensuraNiCandados

    Solo 38 senadores votaron en contra de las modificaciones a la ley de Propiedad Intelectual

    Las modificaciones permiten la retirada de contenidos aludiendo derechos de autor y el impediemento de modificar y reparar aparatos o analizar códigos fuente. Atenta contra nuestra soberanía tecnológica

  • No existe una nube radioactiva desde Chernobyl rumbo a América

    El rumor fue generado por un tweet malintencionado generando alarma

    https://twitter.com/DCCDMX/status/1276971348909228034

    En realidad se detectó actividad nuclear inofensiva al norte de Rusia y sur de Suecia que no tiene nada que ver con Chernobyl como documentan en Gizmodo:

    “…Aunque nadie en Europa ha reclamado la responsabilidad de la anomalía, varios países han detectado este mes un sutil aumento de los niveles de radiación, inofensivo para los humanos, pero lo suficientemente significativos como para ser detectados por las estaciones de monitoreo.

    La noticia se supo la semana pasada cuando la Swedish Radiation Safety Authority anunció a través de Twitter de nuevas lecturas de partículas de radionucleidos artificiales en la atmósfera:

    Se midieron niveles muy bajos de las sustancias radiactivas cesio-134, cesio-137, cobalto-60 y rutenio-103. Los niveles medidos son tan bajos que no representan un peligro para las personas o el medio ambiente.

    Un anuncio que también replicaron las autoridades de protección radiológica en Noruega y Finlandia. Unos días después, Lassina Zerbo, Secretario Ejecutivo de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares, lanzaba el siguiente mapa en Twitter donde se describe la posible región fuente de la anomalía, la mayoría de la cual era territorio dentro de Rusia, aunque también partes de Finlandia, Suecia, Dinamarca y Noruega…”

     

    La nube es improbable que genere efectos negativos en la población

     

  • ¿Para qué sirven los abuelos?

    Shutterstock / Andrii Iemelianenko

    Por los datos que se han ido obteniendo, parece claro que la epidemia de coronavirus afecta de manera mucho más grave a las personas de mayor edad, a los que solemos llamar abuelos o ancianos.

    Este hecho ha podido hacer pensar a algunos que el virus no es tan problemático como si afectara más gravemente a los jóvenes. Los abuelos ya han vivido lo suyo, y aunque han contribuido a la sociedad, no dejan de ser ahora una carga. No es una gran tragedia que el coronavirus se los lleve. Si no fuera eso, será finalmente otra cosa.

    Sin embargo, esta manera de pensar tiene un serio problema. Si los abuelos son una carga, ¿por qué existen? ¿Por qué la longevidad de nuestra especie es tan larga como para que podamos ver crecer a nuestros nietos? Es esta una interesante cuestión científica que, en este caso, se refiere a nuestro origen y evolución como humanos modernos.

    No olvidemos que nuestra especie es excepcional: es la única que depende de la educación e información para sobrevivir y posee numerosos individuos con nietos (o que pueden tenerlos si sus hijos se esmeran).

    No hay abuelos en otras especies

    Los miembros de otras especies rara vez llegan a ser abuelos: su vida es demasiado corta. Muchos insectos, por ejemplo, no llegan nunca a ver ni a sus propios hijos, ya que mueren antes de que nazcan. La situación de aves y mamíferos no es tan dramática, pero lo normal es que los individuos de mayor edad hayan muerto, víctimas de predadores o enfermedades, antes de que nazcan sus nietos.

    No sucede así en nuestra especie. Tal vez la única especie social con numerosos abuelos y la única que, además, puede preguntarse: ¿cuándo a lo largo de nuestra evolución se alcanzaron las condiciones que nos permiten una longevidad tan elevada?

    Dientes fósiles para contar abuelos

    Aunque no es una pregunta fácil de responder, los trabajos de numerosos antropólogos y paleontólogos, junto al desarrollo de nuevas técnicas de análisis de restos fósiles –en particular de dientes fosilizados– han dado con la clave.

    Los dientes son los restos fósiles mejor conservados. Su gran contenido mineral los preserva de la mayor degradación que sufren otros huesos. Además, guardan en su superficie signos de su desgaste natural a lo largo de la vida como consecuencia de la masticación de los alimentos. Así, un diente fosilizado con numerosos arañazos proviene de un individuo que masticó alimentos por más años y que, por tanto, murió a una edad más avanzada.

    La técnica del escáner por microtomografía computarizada de alta resolución hace posible hoy realizar un análisis en detalle de las erosiones de la superficie de los dientes fosilizados, recuperados de diversos yacimientos fósiles. Este análisis permite dilucidar si los dientes fósiles pertenecieron a individuos que murieron jóvenes –y que no podían, por ello, ser abuelos todavía– o si, por el contrario, sus propietarios eran individuos de mayor edad, que hubieran podido tener ya nietos.

    Si se analiza un número suficientemente elevado de dientes y se calcula su edad relativa, puede determinarse el porcentaje de individuos jóvenes o viejos en una población. Puede así responderse una cuestión clave: ¿era este porcentaje igual hace tres millones de años que hace solo 30.000?

    ¿Los abuelos, clave para la evolución humana?

    La respuesta a esta pregunta tiene su interés, tanto científico como humanístico. Si los ancestros del ser humano moderno también llegaban a ser abuelos, aunque no vivieran tanto como los actuales porque el periodo entre generaciones era más corto, podríamos concluir que la base de nuestra elevada longevidad es genética y que se ha mantenido así durante millones de años.

    Si, por el contrario, el porcentaje de individuos más longevos es superior en poblaciones recientes que en las más antiguas, nos quedará la duda de si se trata de un cambio genético (una mutación que aumenta la longevidad), cultural (el progreso cultural y social permite una mayor supervivencia gracias al mayor control sobre el entorno), o si se debe a una conjunción de ambas causas.

    Los resultados de los estudios de microtomografía han demostrado que, como se esperaba, la proporción de individuos capaces de tener nietos aumenta a medida que las poblaciones humanas se acercan a la edad moderna. Lo sorprendente es que se produce un vuelco extraordinario en este porcentaje hace solo unos 20.000 años, en un periodo de importante progreso tecnológico y cultural en la era paleolítica. Hasta ese momento, el porcentaje de individuos capaces de ser abuelos era siempre menor que el de quienes no lo eran. A partir de entonces tiene lugar la transformación que aún disfrutamos hoy: existen más personas en edad de ser abuelas de las que no se encuentran en dicha edad.

    Los antropólogos especulan todavía sobre las causas de dicha transformación (culturales, biológicas o ambas) y también sobre sus efectos. Dichos efectos pudieron ser muy importantes para el desarrollo de la humanidad y para su supervivencia. El capital de sabiduría y experiencia que las personas de mayor edad aportan a la sociedad pudo –en aquellos tiempos de vida dura, corta y brutal– constituir una fuerza transformadora que consiguiera que la vida fuera menos dura, menos brutal y más larga.

    El nacimiento de los abuelos pudo, por tanto, ser el evento que permitió el moderno desarrollo y la evolución del ser humano. Algo que debemos tener en cuenta para cuidar y respetar a nuestros ancianos.

    Las consecuencias de la actual pandemia para las relaciones entre abuelos y nietos han sido muy duras. Muchos abuelos no han podido ver a sus nietos, y estos tampoco han podido recibir ni el cariño ni la sabiduría y experiencia de sus abuelos durante meses.

    Es indudable que los abuelos ejercen una influencia muy positiva en la educación de sus nietos, aunque los padres suelan pensar que malcrían a sus hijos. Los abuelos y abuelas son figuras muy importantes para el desarrollo y la estabilidad social. Así lo indica incluso nuestra propia evolución, y es de justicia reconocerlo, como también es de justicia protegerles de esta terrible epidemia.

    The Conversation

    Jorge Laborda Fernández recibe fondos de investigación de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Jorge Laborda Fernández, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, Universidad de Castilla-La Mancha

  • Conferencia de prensa matutina. Lunes 29 de junio 2020 | Presidente AMLO

    Conferencia de prensa matutina, desde Palacio Nacional, Ciudad de México. Lunes 29 de junio 2020. Presidente AMLO.

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  • La humanización de la salud durante la pandemia

    Shutterstock / theskaman306

    En la atención sanitaria, no se puede entender la humanización de la salud sin aludir al concepto de cuidado. Albert Jovell fue un médico y paciente oncológico que lo supo expresar de manera contundente:

    “Yo ya acepto que no me van a curar, pero me costaría aceptar que no me van a cuidar”.

    Ha costado mucho trabajo cambiar la cultura médica e ir incorporando el concepto de cuidado. Si se revisa la historia, la labor del médico siempre ha sido la de curar. En el pasado, el médico que se encontraba frente a un paciente cuya enfermedad no era tratable, se lo comunicaba a él o a su familia, y le dejaba: su labor ya había terminado.

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    Cicely Saunders junto a una enferma en el St. Christopher’s Hospice.

    Muchos acontecimientos (todos ellos recientes) han logrado modificar esta tradición de miles de años. Por mencionar uno, la enfermera y trabajadora social (después médica) Cicely Saunders promovió en 1967 en Londres la creación del primer centro médico dedicado a la atención de enfermos terminales que será referencia para todo el mundo: St. Christopher Hospice. Comienzan así los cuidados paliativos y, oficialmente, aparecen profesionales de la salud y unidades médicas cuya misión ya no es curar, sino cuidar, acompañar y brindar confort.

    La ética del cuidado

    Parece indiscutible que no se puede contar con una cultura de la humanización sanitaria sin priorizar la labor del cuidado. Por ello, debe regirse filosóficamente por una disciplina acorde: la ética del cuidado. Que pone especial énfasis en la idea de vulnerabilidad.

    En otros artículos escritos para The Conversation mencionaba que somos conscientes de nuestra vulnerabilidad en la niñez, la vejez y la enfermedad. Según Francesc Torralba (2002), “la idea de vulnerabilidad nos recuerda que tenemos que vivir con la mortalidad y que debemos cuidar al otro como sujeto frágil”.

    Esta pandemia también nos ha devuelto nuestra conciencia de vulnerabilidad. Vivíamos confiados, nos creíamos protegidos e inmunes. Los desastres naturales, las guerras, el hambre… era algo que ocurría allá, lejos, en otros rincones del mundo. No había amenaza previsible. Hasta que, de pronto, nos vimos confinados.

    En los últimos meses hemos visto saturados nuestros medios sanitarios, sufrimos la pérdida de miles de vidas y la distancia física ha pasado a formar parte de nuestro día a día. Aunque no hayamos contraído COVID-19 ahora somos conscientes, más que nunca, de nuestra vulnerabilidad.

    Eso nos hace, a su vez, conscientes de la vulnerabilidad del otro. Estar frente a una persona vulnerable nos remueve y nos exige actuar de forma solidaria, ética y responsable. Especialmente a un profesional de la salud, que se ha formado con la intención de ayudar a las personas cuando la enfermedad sobreviene, o lo que es lo mismo, cuando el estado de fragilidad aflora. Por esta razón, cuando un sanitario quiere ejercer su profesión con ética debe atender la llamada que el sujeto, presa de su enfermedad, le hace.

    Cuidar en la soledad

    ¿Pero cómo vamos a cuidar al paciente cuando una crisis como esta pandemia nos supera? Muchos profesionales de la salud ya llevan el cuidado en su actividad diaria. Ya cuentan con una cultura de la humanización sanitaria. Sin embargo, esta situación ha supuesto un verdadero reto.

    Además de la saturación por el alto número de casos, uno de los principales problemas a los que se han enfrentado es el aislamiento de los pacientes. La mirada y el tacto han perdido su efectividad debido a los equipos de protección personal.

    Los pacientes no han podido ver a sus sanitarios a los ojos o sentir el contacto de la piel cuando les sujetaban la mano. Y como dice Francesc Torralba, “el tacto es fundamental para el ejercicio del cuidar, pues resulta imposible cuidar éticamente a un ser humano sin ejercer el tacto”. Otro tanto se podría afirmar sobre la importancia de la mirada.

    Los centros hospitalarios son sitios eficientes, asépticos y tecnificados, pero también son lugares fríos. A esta realidad habitual se le ha sumado, por culpa de esta pandemia, la imposibilidad de que los familiares pudieran visitar a su pariente enfermo. Muchos de ellos no pudieron siquiera tener una última conversación mirándose a los ojos, despedirse de esos seres queridos o celebrar un funeral con el apoyo de otros familiares y amigos. Las últimas horas para muchas víctimas del COVID-19 fue en compañía de los profesionales de la salud que los cuidaban.

    Cuidar a los cuidadores

    Desde el comienzo de la pandemia, los profesionales de la salud se han tenido que enfrentar a la situación con escasez de recursos y, sobre todo, con unas inadecuadas medidas de protección personal para ejercer su labor de forma segura.

    Algunos profesionales han denunciado esta situación a través de los hashtag #NiHeroesNiMartires o #MareaBlancaCoronavirus. Muchos incluso ven con frustración e impotencia las primeras medidas de desahogo.

    Ver las imágenes de personas apelotonadas en la calle, en donde apenas se puede guardar la distancia de protección, debe generarles mucho desasosiego. Ellos han librado una verdadera guerra durante este tiempo y, pese a sus esfuerzos, han tenido que presenciar la muerte de muchos pacientes, e incluso la de algunos de sus compañeros.

    Hemos sobrecargado nuestro sistema sanitario y, por este motivo, es fundamental que como sociedad actuemos con responsabilidad. Que nos esmeremos por mantener la distancia social será tan reconfortante para los profesionales de la salud como lo son los aplausos desde nuestros balcones. También debería ser una buena oportunidad para fortalecer nuestro sistema sanitario.

    Quizá gracias a esta pandemia nos volvamos más responsables. Ahora nos toca a nosotros cuidar a nuestros profesionales de la salud y a nuestro sistema sanitario.

    Tenemos que fortalecerlo, e incluso me atrevo a decir que tenemos que mimarlo. Porque ellos han estado ahí por nosotros, y a partir de ahora nos toca a nosotros devolverlo. Otorgar el premio Princesa de Asturias a los sanitarios es un buen gesto, pero el cambio debe ser más profundo y duradero.

    Debemos crear una cultura de la humanización sanitaria, más allá de las modas. Sólo así será posible tenerla incorporada en los hábitos cotidianos para que salga a la luz incluso en tiempos de pandemia. Para que ni las gafas protectoras, ni los guantes consigan parar los cuidados humanizados. Pero, lo dicho, esta cultura la tenemos que promover también los usuarios. Empecemos siendo más humanos nosotros mismos.

    The Conversation

    Ramón Ortega Lozano ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son poste universitaire.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Ramón Ortega Lozano, Profesor de Antropología de la salud y Comunicación humana en la Facultad de Ciencias de la Salud San Rafael-Nebrija, Universidad Nebrija

  • La educación, la gran olvidada de esta pandemia

    Shutterstock / GaudiLab

    Son pocas las familias que no han sufrido los problemas experimentados por alumnos/as y profesores/as para sacar adelante el curso, afectados por la pandemia de la COVID-19 y el consecuente periodo de confinamiento. Y ahora nos asomamos con incertidumbre y preocupación al inicio del nuevo curso académico que se avecina.

    La lectura del libro La utilidad de lo inútil. Manifiesto, del profesor y filósofo Nuccio Ordine, deviene paradójica e irremisiblemente en una reflexión sobre lo útil. Ordine, apoyándose en pensadores clásicos, desgrana la utilidad de aquello que se considera en primera instancia como inútil.

    El valor del conocimiento

    Nos interesa resaltar aquí el valor o utilidad del conocimiento, particularmente en estos tiempos en que la COVID-19 está afectando de un modo dolorosamente explícito no solo a la salud de la población y a la economía.

    Llegado el momento de un primer intento de vuelta a la normalidad, aflora el daño que ha sufrido la educación en todos sus niveles, desde infantil a la universidad. Y que, sin duda, seguirá padeciendo en el inicio del próximo curso.

    No debiera ser necesario recordar el valor –la “utilidad”– de la enseñanza. No solo es el medio para adquirir los conocimientos y destrezas que permiten desenvolverse como persona y como ciudadano. Como señala Ordine, la enseñanza y la cultura son partes constitutivas del “líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad y bien común pueden experimentar un vigoroso desarrollo”.

    Hay que agradecer al pensador italiano por recordarnos el discurso que Victor Hugo pronunció en la Asamblea Constituyente francesa en 1848. Su objeciones, en palabras de Ordine, mantenían una “apabullante actualidad” en 2013, fecha de la primera edición de su obra. Y la recobran si cabe con mayor vitalidad siete años más tarde con motivo de la pandemia de la COVID-19.

    No recortar en cultura en momentos inadecuados

    El escritor, político e intelectual francés argumentó ante la Asamblea lo perjudicial e ineficaz de recortar la financiación de la cultura. Particularmente en un momento equivocado, cuando el país necesitaba, por el contrario, potenciar las actividades culturales y la enseñanza pública.

    Nos interesa centrarnos aquí en esta última, en la enseñanza pública, cuando –como en aquel 1848– es más necesaria que nunca –y lo seguirá siendo en el futuro inmediato–. En unos momentos en que debemos protegerla con especial atención para evitar el riesgo de que la sociedad caiga en el abismo de la ignorancia.

    “¿Cuál es el gran peligro de la situación actual? La ignorancia. La ignorancia aún más que la miseria”, clamaba Victor Hugo defendiendo las instituciones de enseñanza que tienen precisamente como objetivo expreso “perseguir, combatir, destruir la ignorancia”.

    Los problemas de la educación que se han agudizado

    Las dificultades que el distanciamiento social plantea para este nuevo curso ya están sobre la mesa. Y se unen a los problemas estructurales de la enseñanza en España, agudizados por la pandemia.

    Basándonos en diagnósticos y propuestas realizadas por expertos sin duda más cualificados, cabe hacer una recapitulación de los mismos:

    Desigualdades en función del origen de las familias.

    La brecha de acceso y uso de recursos digitales en algunos hogares, que aumenta la desigualdad frente a la educación no presencial.

    Algunos problemas endémicos como el fracaso escolar.

    Las desigualdades en organización, gobernanza y modelos educativos entre las distintas comunidades autónomas, que han hecho más evidentes las deficiencias del Estado autonómico en materia educativa.

    El debilitamiento del papel de los ministerios de Educación.

    La frágil situación de las universidades españolas, atenazadas por sus problemas internos, la falta de recursos y su escasa relevancia en asuntos públicos de importancia.

    Durante la COVID-19, la enseñanza ha estado relegada en las medidas de mantenimiento y desarrollo, en las estrategias de superación y recuperación. No se le ha prestado la debida atención en las agendas políticas e informativas, más centradas en el debate entre la vida y la economía.

    La pandemia ha desencadenado un enorme esfuerzo por preservar la salud de la población, la economía del país, la supervivencia de las empresas y los sectores económicos, el empleo y la economía de los trabajadores.

    No hay recuperación sin prestar atención a la enseñanza

    Pero ninguna sociedad puede recuperarse plenamente de los efectos de esta pandemia y volver a una normalidad, al menos no más injusta y desigual que la anterior, sin prestar una atención preferente a la enseñanza. Si es cierto que no queremos que nadie quede atrás, debemos defenderla con todos los medios a nuestro alcance, al igual que hemos hecho con la asistencia sanitaria y con la economía y el empleo.

    Es irrenunciable cuidar las necesidades educativas inminentes y responder estratégicamente al futuro que se plantea tras la pandemia. Atender no solo al “pan de la vida”, sino también al “pan del pensamiento, que es también el pan de la vida”. Como propuso Victor Hugo, es imprescindible e ineludible atender a las necesidades para el estudio de los niños y jóvenes.

    La imaginación, el voluntarismo y el esfuerzo de profesores, alumnos y familias han contribuido decisivamente a que el curso académico no se perdiera. Pero no es suficiente. Al menos no para afrontar el próximo, cuyo progreso no puede descansar únicamente en ellos. Son necesarios voluntad, esfuerzo y coordinación institucional para integrar esos elementos y potenciarlos.

    El inminente comienzo del nuevo curso académico impone una mirada cercana. Pero no deben olvidarse la planificación y la estrategia necesarias para abordar la solución de los numerosos problemas estructurales que sufre la enseñanza.

    La educación también tiene necesidades

    Muchos ciudadanos no podrán disfrutar de vacaciones estivales este año por motivos de salud o económicos. Por eso, es momento de dar una respuesta social y solidaria que incorpore la educación, la cultura y la ciencia, el ejercicio comprometido de la(s) ética(s) y el trabajo en pro de un futuro sostenible. La pausa estival no puede ser una excusa; no en este momento y en esta situación.

    Al igual que hemos hecho un esfuerzo por levantar y ampliar infraestructuras y plantillas de los centros sanitarios, hemos empoderado a otras profesiones igualmente relevantes, y hemos incorporado la iniciativa y colaboración ciudadana para responder a la emergencia de la vida, debemos hacerlo también para atender las necesidades de la enseñanza.

    No caigamos en un error deplorable dejando de lado la enseñanza. Iluminemos la ruta poscovid con las luces de la Ilustración.

    The Conversation

    Jesús Rey Rocha es socio fundacional de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC) y miembro de su Junta Directiva. Es miembro del equipo investigador del proyecto ‘Análisis científico, filosófico y social del COVID-19: repercusión social, implicaciones éticas y cultura de la prevención frente a las pandemias (BIFISO)’ financiado por el CSIC en el marco del programa CSIC-COVID-19.

    Emilio Muñoz Ruiz es socio promotor de la AEAC y miembro de su Consejo Consultivo.Forma parte del equipo investigador del proyecto “Análisis científico, filosófico y social del COVID-19: repercusión social, implicaciones éticas y cultura de la prevención frente a las pandemias (BIFISO) “, financiado por el CSIC en el marco del programa CSIC-COVID-19.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Jesús Rey Rocha, Investigador Científico en Ciencia, Tecnología y Sociedad. Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC), Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC)

  • Romero Deschamps ¿Dónde está?. Falso que haya fallecido

    Circula en internet una falsa esquela donde se anuncia la muerte de ex líder petrolero Carlos Romero Deschamps

    El rumor se origina aparentemente en la publicación de Facebook de un informador local

    Hasta ahora no existe un reporte del Hospital ABC ni de la familia del sindicalista.

     

     

  • Mensaje sabatino desde Palacio Nacional

    Esta semana fue difícil, pero es más poderosa la voluntad de los mexicanos para salir adelante. No perdamos la fe, venceremos.

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  • ¿Ha perdido agresividad el SARS-CoV-2? Cuidado con las ilusiones víricas engañosas

    Microfotografía electrónica de barrido a color de una célula apoptótica muy infectada con partículas del virus del SARS-COV-2 (naranja), aislada de una muestra de un paciente. Imagen capturada en la Instalación de Investigación Integrada del NIAID (IRF) en Fort Detrick, Maryland.
    NIAID / FLIKR, CC BY-SA

    Trampantojo: 1. m. coloq. Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es. (Según la Real Academia Española)

    Uno de los pocos aspectos gratificantes de esta crisis está siendo encontrar interés y lenguaje científico en toda clase de ambientes, algunos inesperados. Cuando escuché hace un par de días a una camarera hablarle de su PCR a un cliente mientras le servía un café con porras, pensé que algo había cambiado en nuestra sociedad, quizá para siempre. Ojalá el conocimiento que estamos difundiendo y adquiriendo a marchas forzadas en esta pandemia sedimente y se haga transferible a situaciones de normalidad. Esperemos que no resulte desechable, como esos millones de mascarillas que ahora hacen crecer los vertederos.

    Las distintas etapas por las que está pasando esta crisis siguen despertando nuevas preguntas para los expertos, cuyas respuestas, después, la población comenta o discute con visible interés. Superamos hace semanas el momento de comprender la tasa reproductiva, la seroprevalencia o la diferencia entre una PCR que detecta la infección y un test inmunológico que detecta si hemos superado la COVID-19. La gran preocupación del momento actual es si el virus se ha vuelto menos virulento.

    Los resultados rigurosos tardan en llegar

    Lamentablemente, la ciencia tarda mucho más en responder que el horóscopo. Necesita tiempo porque lo hace con una necesidad de rigor a la que no estamos acostumbrados en estos tiempos en que la opinión intenta quitarle el sitio al conocimiento.

    Los científicos aún no pueden dar una respuesta contundente sobre si el virus ha perdido virulencia o no, porque necesitan aplicar un elaborado método y tener certeza antes de hacer afirmaciones rotundas. Ese el motivo por el que los resultados rigurosos se hacen esperar. Y nadie debería enfadarse porque gracias a eso, por ejemplo, pueden ponernos anestesia cuando vamos al dentista.

    Sin embargo, algo que sí pueden hacer desde ya los científicos es explicar cómo han sido las dinámicas de otros virus en situaciones equiparables.

    Los datos del pasado nos enseñan que es cierto que los virus, después de llegar a un nuevo hospedador con furor, se van volviendo menos agresivos con el paso del tiempo. Por eso es esperable que vuelva a ocurrir en esta pandemia. Pero igualmente puede tardar en suceder, e incluso no ocurrir nunca.

    Un detalle importante a tener en cuenta al hablar de virulencia es que, aunque solemos hablar de virus en singular, en realidad lo que nos infecta son cientos o miles de partículas virales (o viriones) de forma simultánea. Al infectarnos repiten incansablemente el mismo proceso: una o varias de ellas entran en una célula y producen cientos o miles de nuevas partículas virales. En otras palabras, una característica de los virus es su abundancia simultánea de copias. Son pequeños, pero muchos.

    Así que, si el actual coronavirus se dispone a perder virulencia, es necesario que la pierdan los miles de millones de viriones que infectan a los millones de individuos de nuestra especie. Y claro, eso no ocurre de la noche a la mañana. El proceso no es sencillo: no se trata de que una determinada partícula viral decida moderar su actitud, como si fuese una persona que sienta la cabeza y se propone dejar de salir de juerga entre semana para casarse y tener hijos.

    Errores aletatorios

    Para que un virus pierda agresividad se tienen que ir acumulando mutaciones en el material genético (ARN) de los nuevos viriones que vayan surgiendo. Esas mutaciones son modificaciones moleculares que ocurren al azar en ese manual de instrucciones de cada partícula viral que es su ARN. Estos cambios pueden producir nuevos viriones que lleven un ARN que los haga menos agresivos. Aunque al ser aleatorias, las mutaciones pueden generar con la misma facilidad viriones más virulentos o no tener efecto.

    Cada partícula viral de SARS-CoV-2 que ingresa en una de nuestras células da lugar a muchas nuevas copias. En ellas habrá una gran mayoría que serán exactas, y solo unas pocas mutantes. Es lo normal cuando se hacen muchas copias de material genético: la maquinaria suele ejecutar bien su trabajo, pero en ocasiones se aturulla y comete errores. Le sucedería a cualquiera si copiase manualmente un texto miles de veces.

    Los menos virulentos tienes más opciones de sobrevivir

    Es clave comprender que esas mutaciones azarosas no van haciendo a los nuevos viriones necesariamente menos agresivos, sino sencillamente distintos. Sin embargo, al cabo de cierto tiempo es probable observar que van siendo más abundantes las partículas virales menos agresivas, que desplazan a las más virulentas. De la misma manera que los productos más atractivos van desplazando a los pasados de moda en los escaparates.

    ¿Por qué este reemplazo? ¿Cuál es el criterio que “pone de moda” los viriones menos agresivos y deja obsoletos a los más radicales? No hay escaparatista tomando decisiones, simplemente es un fenómeno evolutivo bien conocido, la selección natural. La versión que consiga propagarse mejor irá dejando más copias de sí misma.

    Si unos novedosos viriones menos agresivos ingresan en un individuo y le dejan hacer vida normal con mayor comodidad que si le hubiesen invadido otros más virulentos, serán más fácilmente transmitidos por este portador. Porque un infectado por estos mutantes más “soportables” hará una vida más contagiosa que si estuviese postrado febril en cama o aislado en un pabellón de un hospital. El virus más moderado va imponiéndose en la población con una estrategia infalible: dejar a su portador ir a fiestas o congresos.

    Así, poco a poco, se van volviendo más frecuentes las partículas virales menos agresivas, que se adaptan a la convivencia con su hábitat, esto es, nosotros. Cuando un virus llega por primera vez a una especie puede mostrar distintos grados de virulencia hacia su hospedador, pero si consigue perpetuarse es porque acaba mostrando una tendencia a alcanzar un equilibrio de convivencia. Si el virus se adapta a nuestra vida y nos dejar ir en metro tranquilamente y salir con nuestros amigos, será un mejor superviviente que si nos elimina.

    El proceso es un ejemplo de selección natural en un pequeño mundo en el que las partículas virales son los individuos y nuestros cuerpos el ambiente al que se van adaptando.

    Ilusiones víricas engañosas

    ¿Podemos decir entonces que el SARS-CoV2 es ya menos agresivo? Responder una pregunta tan compleja de forma rigurosa no es posible sin antes analizar numerosos datos. Es cierto que vemos menos casos cada vez, que los pacientes que reciben los hospitales son más leves, que cada día que pasa las cifras son más alentadoras… Pero probablemente no haya perdido agresividad.

    A veces, sentados en un tren a punto de partir, observamos el vagón de otro convoy en la vía adjunta. Al cabo de un rato, vemos cómo el vagón vecino se mueve y tardamos en poder discernir si es el otro tren o el nuestro el que ha arrancado. Se trata de una ilusión óptica. Probablemente, la menor severidad y número de casos de COVID-19 que observamos actualmente sea consecuencia del confinamiento pasado, del distanciamiento social actual y de la experiencia y capacidad de nuestro sistema de salud de atender casos más leves, entre otros esfuerzos.

    Seguramente no es que el virus sea ahora menos agresivo, sino que estamos más atentos. Es nuestro tren el que se ha empezado a mover y no el de al lado. Pero tenemos que ser cautos y pacientes para evitar caer en ilusiones víricas.

    The Conversation

    Miguel Pita no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

    Fuente: The Conversation (Creative Commons)
    Author: Miguel Pita, Doctor en Genética y Biología Celular, Universidad Autónoma de Madrid